A todos nos ha pasado en algún momento: tenemos una entrevista de trabajo, la defensa de nuestra tesis de grado o una cita con un prospecto amoroso. Sentimos un vacío en el estómago, temblamos, nos sudan las manos, nos ruborizamos, el corazón corre a mil por minuto. Todas estas son reacciones fisiológicas completamente normales, que nos ponen en alerta y nos preparan para algo que nuestro cerebro nos dice que es importante.
Ahora bien, ¿te imaginas vivir en ese estado de nerviosismo, cada día, cada minuto de tu existencia? ¿Vivir, comer, dormir preocupado, con temores fundados o infundados, y que eso te impida desenvolverte normalmente con tu familia, tus amigos o en tu trabajo, o incluso salir de tu casa? Eso es lo que se conoce como un trastorno de ansiedad generalizada y aunque no lo creas, según el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH, por sus siglas en inglés), más de 40 millones de estadounidenses lo sufren, y es más prevalente en mujeres. Prácticamente estamos hablando de una epidemia y del trastorno mental más común en el mundo.
Por la seriedad de la condición, mi primer consejo es buscar ayuda especializada, ya sea con un psicólogo, psiquiatra o terapeuta cognitivo conductual. Pero también hay otras cosas que se pueden hacer para comenzar, al menos, el camino hacia una recuperación plena de la ansiedad.
Mejor que luchar, aceptar: a veces la ansiedad se siente como una pelea contra tu propio cuerpo y mente. Quieres vencerlos para poder tranquilizarte, pero esa lucha lo que hace es aumentar la gravedad y la frecuencia de los episodios. Lo mejor es aceptarla y pensar que de la misma manera en que apareció, se irá; en el mismo hecho de la aceptación hay relajación.
Afrontar tus miedos para superarlos: dentro del cuadro de la ansiedad, hay la tendencia de magnificar los miedos, de tal manera que parecen insuperables. Por ejemplo, para una persona con ansiedad social, una simple reunión de amigos se puede convertir en un evento absolutamente intolerable. Exponerse poco a poco a ese miedo le ayudará a darse cuenta de que era infundado en primer lugar.
Cultivar buenos hábitos de pensamiento y atención: recomiendo la atención plena porque te ayuda a reconocer inmediatamente los síntomas de la ansiedad y tomar conciencia de ella. Otra cosa que funciona es pensar cuál es la probabilidad real de que ocurra ese escenario catastrófico que tienes en tu mente; si lo ves con objetividad te darás cuenta de que usualmente es muy baja.
Por último, recomiendo probar algunos tés herbales con propiedades ansiolíticas como el de manzanilla, valeriana, tilo y el jugo de maracuyá.