¿Podríamos cambiar de profesión a los cuarenta?

¿Podríamos cambiar de profesión a los cuarenta?

 ¡Sé lo que estás pensando! Se siente como un salto al vacío y existe la duda: ¿lo lograré o me estrellaré? Llevas más de la mitad de tu vida en tu zona de confort, haciendo algo que ya conoces, para lo que estudiaste o te preparaste, o algo en lo que ya tienes mucha experiencia y tal vez muchos logros y éxitos. Pero tienes un sueño, una pasión, algo que no te deja dormir y que quieres probar. Siempre soñaste con ser… (inserta aquí ese oficio, empresa, o carrera que siempre te gustó), pero no pudiste porque… (de nuevo, hay muchos motivos, te casaste, tuviste hijos, comenzaste a trabajar muy joven, estudiaste lo que tus padres te impusieron, etc.).

 

Pero ahora, después de reflexionar sobre tu vida a los cuarenta, sientes que sí quieres dedicarte a esa pasión, y no es una locura, si haces las cosas bien. Porque, además, no eres la única. En Europa, el 12% de los alumnos universitarios son mayores de 25 años y en Estados Unidos, este segmento de estudiantes “maduros” aumentó un 41% de 2000 a 2011, y representan uno de cada cuatro estudiantes. La gente ya no ve la edad como un límite para educarse, progresar y cambiar de rumbo profesional, si es necesario.

 

Reconoce la causa raíz de las excusas: “Ya estoy muy vieja para esto”, “me van a criticar”, “más vale malo conocido que bueno por conocer”, son todos pensamientos que te pueden invadir cuando estás analizando un cambio de profesión a esta edad. En el fondo, son excusas que enmascaran el miedo al cambio y al fracaso. Acepta y asume que tu nuevo objetivo no será fácil, que tendrás que esforzarte mucho para lograrlo, pero lo harás con ilusión y motivación y eso incrementará tus posibilidades de éxito.

 

Aprovecha la experiencia que ya tienes: seguramente elegiste una carrera al final de tu adolescencia, sin conocerte bien aún. Puedes haber acertado o no. Quizás no conozcas mucho el nuevo campo al que te quieres dedicar, pero lo que ya has aprendido en tus antiguos cargos sobre ti misma y con respecto a las relaciones humanas, laborales o sociales, seguramente podrás aplicarlo a tu nueva iniciativa. Llegas a esta nueva etapa, ya no como una jovencita inexperta, sino como una mujer madura, que sabe lo que tiene que hacer.

 

No tiene que ser un cambio radical: si tienes muchas responsabilidades familiares puede ser difícil dejar un empleo que, aunque no te motive ni te ilusione, te ayuda a pagar las facturas. No es necesario que lo dejes de una vez; puedes comenzar a dar pasos en paralelo para iniciar esta nueva trayectoria profesional. Puedes hacer cursos por internet, volver a la universidad en el turno nocturno, crear tu propia empresa y desarrollar tu plan de negocios, armar una red de contactos, ir buscando todas las herramientas que necesitas y cuando las tengas, dar el paso definitivo con una base más sólida.

 

 

 

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